viernes, 30 de diciembre de 2011

FELIZ 2012





Ya que no tenemos la clave para desaliñar una crisis que no hemos inventado, pero que nos entumece los ánimos y las entrañas, ojalá tengamos la llave para compartir, aunque sea lo poco que nos quede, el pundonor que nos sobra.

Deseo a mis amigos del blog y a los del Facebook arrestos y alegrías suficientes para combatir los años duros y venideros. Y para empezar, este 2012 que asoma ya la nariz.

Un abrazo y un millón de alientos mientras comparto con vosotros mi personal tarjeta de fin de año. Los poderes no la merecen pero, faltaría más, a tí que no te falte mi sincera felicitación. Deseo que no nos perdamos en la niebla.

Música sugerida: THE KEY. Anne Clark


miércoles, 28 de diciembre de 2011

JUGUETES

El juguete siempre ha existido aunque no tan sofisticados como ahora. Seguramente hoy se expanden por todos los rincones e hipnotizan ojos inocentes por necesidades comerciales y por intereses en aras de un mayor beneficio económico. Antes se reciclaba cualquier material y se reconvertía en un juguete y a partir del invento entraba en escena la fantasía, la creatividad, la inspiración, la invención de historias que transformaban los sueños en una manifestación de energías y en una liberación de adrenalinas. Existía una interacción entre el objeto y quien lo utilizaba, creándose una magia entre lo inanimado del cachivache y el sentimiento de quien necesitaba disfrutarlo.

Hoy los niños tienen menos opciones de elegir. Los chismes del juego no suelen implicar a la imaginación, siendo el juguete quien absorbe toda la atención y minimiza la inventiva. En cuanto a los adolescentes el problema se engrandece. Los juegos preferidos, esos que se visualizan en una pantalla, dejan menos margen de maniobra. No predominan las habilidades para el desarrollo del pensamiento, de la habilidad, del reflejo mental. Abunda el mensaje destructor, agresivo, exterminador, no importando a quién hay que quitar de en medio; simplemente se elimina a quien el programa decide liquidar. Poco importa que los ajusticiados en el paquete sean los buenos, o los mejores, o los héroes, o los últimos supervivientes. Hay órdenes de ejecución y punto.

La capacidad de pensar por uno mismo se relativiza, la posibilidad de cuestionar los mandatos se reduce, la opción de juzgar decisiones no están previstas y la oportunidad de cambiar las reglas del juego son inexistentes. No cabe por tanto margen de réplica, ni de protesta, ni siquiera de indignación. Las drogas de estos videojuegos adormecen y esclavizan a quienes los consumen y el paso de la ficción a la realidad es demasiado estrecho. Son programas teledirigidos a la manipulación, al riesgo de rozar la brutalidad, a no reconocer lo que es mentira a lo que es verdad.

Allá cada cual con sus preferencias. Pero, si tuviese que elegir entre un adolescente en fase de caída al vacío o un niño perdido en la babia que aún puede recuperarse en los valores solidarios, prefiero salvar al niño que todavía es educable que evitar la decadencia voluntaria del consumista consciente y atrevido.

Por eso compañeros del blog, amigos del Facebook, leales lectores que amáis la prudencia, si tenéis hijos, sobrinos, nietos, ahijados, bambinos preferidos o pequeños ensimismados, regalarles cosas que activen la imaginación, que sean solidarias, que se puedan compartir y que les ayuden a crecer con dignidad y con lozanos sentimientos. Las demás ofertas favorecen los egos, los fantasmas, las imbecilidades y las postreras angustias. Mejor prevenir ahora que ser víctimas de un posterior e impotente arrepentimiento.

Música sugerida: SUNDAY GIRL. Florrie Arnold

sábado, 24 de diciembre de 2011

ENSAÑAMIENTO Y NOCHEBUENA

El ayuntamiento de Madrid ha aprobado recientemente una ordenanza por la que podrá multar a quienes roben comida, en los cubos de basura, con una sanción de 750 euros. Ignoran los políticos municipales y autores de tal barbaridad que recoger de un contenedor lo que los demás tiran no es robo, ni hurto, ni hay en ello intimidación ni violencia. El grado de cinismo es tan increíble que son incapaces de pensar que si fueran los indigentes solventes para pagar el recargo no irían a buscar desperdicios, irían a una tienda a proveerse de los dignos alimentos. Cuánta lástima e indignación me produce tanto ensañamiento hacia los más desvalidos de la sociedad. Me repugna además la nula sensibilidad de los gobernantes, que incapaces de ofrecer soluciones y evitar las bolsas de pobreza, castigan todavía más a los que nada tienen.

Volvemos al dicho que “al perro flaco pulgas con él”, pero aplicado no a perros, que también tienen su derecho a una vida plácida, sino a personas con nombres y apellidos. El poder siempre repite los mismos esquemas, no tiene piedad con los humildes y protege a los que activan las desigualdades. Flaquea más y más a los estómagos delgados y engorda a las pomposas fortunas con parabienes y favores. Condenan los políticos, esquiroles de los mercados, a crónicas e indefinidas huelgas de hambre a los pobres de verdad, a los que no tienen dónde caerse muertos, a los desahuciados, a los sin techo, a los marginados que las personas de bien no quieren ni ver.

Sin embargo no emplean dietas de adelgazamiento a los que sobrepasan el peso de sus cuentas corrientes, a los obesos de capital, a los que de verdad defraudan impuestos y evaden haciendas con absoluta impunidad. No desnutren sus bolsillos para una sensata distribución de la riqueza, no reparten ni sus duros corazones ni los céntimos egoístas que no sirven ni para propinas.

Y esta noche es Nochebuena. Los sinvergüenzas contemplarán, incluso derramando alguna estúpida lágrima, sus detallistas belenes, sus adornados árboles de Navidad, ultimarán las últimas compras con sus tarjetas de Oro y arroparán a los suyos en la comodidad de los dulces hogares. Y entrarán por sus chimeneas los Papás Noeles, con sus pajes y sus bolsas llenas de aguinaldos felicitando tan especial noche. Y luego descorcharán los caros cavas, degustarán el auténtico caviar y probarán los mejores turrones. Y luego la semana que viene los Reyes Magos, que ya están de camino, premiarán a los niños buenos y traerán carbón a los malos.

Sólo que desde hace una eternidad los buenos son los de siempre y los desamparados son más. Cada vez son más los que se olvidaron de lo que es Navidad, y la Nochebuena, y la Nochevieja y tampoco hay para ellos Años Nuevos. Son los mismos de siempre, oscuros, sin luces y con el humillo del triste carbón inmerecido.

Que tengan buenas cenas políticos y mercaderes. Pero si alguien de ustedes se atraganta con el bigote de una gamba o la punta de un percebe, no se agobien antes de morirse. A veces son cosas que pasan, y será mejor despedirse tranquilos que neuróticos. Y si no les convence la cena pueden bajar a la calle, buscar cualquier contenedor y encontrar un manjar descompuesto. ¡Ah! Y lleven por si acaso 750 euros en el bolsillo, por si algún municipal les sorprende. Y deléitense con las luces navideñas, ya que ustedes carecen de luminosidad propia.

Música sugerida: DUST, FLESH AND BONES. Matt Elliott

miércoles, 21 de diciembre de 2011

REENCUENTROS

Al llegar a casa hoy me he llevado una sorpresa, aunque mayor asombro se llevó mi mujer (aunque no me gusta llamar así a las esposas de nadie, ni a la mía, porque denota un calificativo de pertenencia). Al entrar, mi compañera me presenta a su primer amor, al que ya llegué a conocer hace aproximadamente treinta y cinco años. Porque, mucho antes de consolidar mi relación sentimental con la que hoy me acompaña y es madre de mis dos hijas, ellos ya se conocían, se escribían cartas de amor y se dieron los primeros besos que enseña la vida.

Yo, como no podía ser de otra forma porque en la cortesía me eduqué, fui amable en todo momento y atento y comprensivo a los recuerdos y a las vicisitudes de una historia. Recogimos los teléfonos, los correos, las señas de localización. Compartimos una cerveza y se despidió agradecido de haber encontrado a ese primer amor de adolescencia, un amor que fue el primero y al que siguieron otros más; pero fue el primero, el que algunos catalogan como el más importante, tan emocionante, tan primaveral que jamás se olvida.

La experiencia me ha sido útil para actualizar el blog, pues me ha permitido repasar esos rincones del alma y esos cruces de caminos que determinan los destinos caprichosos. Sí, ese cruce de caminos que se producen en la vida y se duda cuál es el correcto, el desaconsejado, el peligroso o el más prudente. ¿Quién lo sabe a esas tiernas alturas de la edad? Ese cruce de caminos que pueden cambiar la vida por completo si escogemos una ruta a la derecha, a la izquierda o hacia delante, porque nunca hay una huída hacia atrás.

Quizás unas cartas no recibidas, o si recepcionadas mal interpretadas, o unas presiones familiares o sociales, o un entorno parcial y subjetivo empujaran a que los caminos no compartieran la misma senda, a que en la misma bifurcación los dos tiraran en diagonales distantes, incluso en derroteros paralelos pero nunca encontrados. Y, en estas circunstancias de dudas y titubeos, avanzar unos metros en otra dirección puede suponer un trayecto sin retorno.

En cualquier caso ese primer amor, siguiendo pistas y pesquisas, dio con su primera prometida. “¡Hola! ¿Te acuerdas de mí? ¿Qué tal te fue la vida?” Imagino los sentimientos retorcidos, soñados, impulsivos, contradictorios, arrepentidos, y todos sin respuestas ni sentido, que se habrán agolpado en menos de un minuto; ese minuto eterno e instantáneo de un abrazo nervioso, de mirarse a los ojos y esbozar una sonrisa de sorpresa, de miedo y también de nostalgia y alegría.

Y aquí me encuentro ahora, intentando relatar una historia que pudo ser y no cuajó por los condicionantes que fueran. Intentando describir profundos sentimientos que brotan en un segundo y preguntándome por qué fui el último. Procurando indagar en los misterios de unos corazones que pudieron viajar juntos en el tiempo y que un cruce de caminos los condujo por túneles distintos.

Qué más puedo escribir. Me siento afortunado por mí. Triste por él. De lo demás poco quiero saber. Tan sólo me atormenta que un día me encuentre en medio de un incierto cruce de caminos, cuando las emboscadas inoportunas me pregunten quién soy y adónde, si acaso lo sé, camino…

Música sugerida: SIGO ENAMORADA DE TI. Edurne

jueves, 15 de diciembre de 2011

DUNA Y MARINA

Duna y Marina, Marina y Duna. Yo, que no creía en los ángeles, por lo menos en nuestra dimensión terrenal, los he encontrado. Bueno, en realidad son dos querubines femeninos, porque los celestiales no tienen sexo y resulta más difícil denominarlos convenientemente. Duna y Marina, Marina y Duna, visitaron mi casa y compartieron conversaciones, desayunos, comidas y tertulias inundando mi morada, generalmente semivacía, en una sinfonía de alegrías y ternuras.

Pregunté a quienes las conocen mejor y por más tiempo si alguna vez las vieron enfadadas, disgustadas, hurañas y con los genios escapados de los remansos del alma. No. Para nada. Nadie las ha visto así y es asunto tan misterioso que mi incredulidad tuvo que asumir la bendita realidad. Porque Duna y Marina, Marina y Duna, ignoran la misantropía, y su inocencia, más que delatarlas y dejarlas en evidencia, las hace más fuertes.

El caso es que Duna y Marina, Marina y Duna, se imponen por su generosidad, convencen por su simpatía, y reparten sueños y sonrisas como el castañero en invierno. Sólo que sus abrazos y sus dulzuras son invernales, primaverales, otoñales y estivales. Regalos gratuitos que ofrecen toda la temporada, con sus meses, sus años y su eterna juventud.

No sabemos en esta casa cuándo las volveremos a ver, porque partieron hacia sus tierras tras una estancia de paso. Pero ya sabemos que, como decía Fray Luís de León a sus salmantinos alumnos al reanudar sus clases después de cinco años de ausencia, “como decíamos ayer…” que todo seguirá igual y nada habrá cambiado.

Y volveremos a compartir las risas, pase lo que pase, con sus abrazos, sus ojos sinceros y su vitalidad envidiable. Cuatro días hermosos de ajetreos intensos y de reiniciar las ilusiones, cansadas y perdidas.

Si las veis juntas, si las encontráis por un capricho de encuentros azarosos de la vida, si os responden por sus nombres, Duna y Marina, darles dos besos, mirarles a los ojos y esperar a que sonrían. A partir de entonces comprenderéis que todavía existen los seres especiales y creeréis, si nos abandonaron los milagros, que algunos se conservan. Y no son alienígenas. Son de por aquí.
Música sugerida: ALINE CHERIE. Nirvana

martes, 13 de diciembre de 2011

MOSCAS

Llevo una temporada, demasiado para mí, rodeado de moscas. Si las encuentro en mi casa es que están en todas partes, también en vuestras casas. Pero este detalle tan compartido no me consuela nada. Abres una ventana y se cuelan en un santiamén. Vuelvo a abrirla para que salgan por donde vinieron y entran dos más. Y yo me pregunto dónde se esconden, dónde duermen la siesta, dónde pernoctan con los aires fríos.

Nunca me gustaron, ni su aleteo ni su insistencia en meter las narices donde nadie les invitó. Son listas y tienen mala sombra. Rosigan las narices mientra uno descansa; revolotean fuera de la mampara mientras me ducho, saltándose los permisos para intimidades que no invité; me las encuentro pisoteando el titular de una página del periódico, antes de que mis ojos comiencen su lectura; se introducen en la galería para ver cómo pones la lavadora; me siguen por los pasillos, por los rincones, por las estancias.

Y cuando más molestan es a la hora de comer. Tengo que acabar con el guiso antes de que aparezcan, tengo que apurar el sorbo de vino, o la fresca cerveza antes de que observen mis intenciones. Si me distraigo son capaces de consumir un culo de vino antes de ahogarse en él, resbalarse en una gota de aceite de la ensalada, husmear la fruta madura y festejar un postre dulce como si lo hubieran comprado ellas mismas en la confitería.

No las aguanto. Antes las veía desde comienzos de primavera hasta inicios de septiembre. Ya estamos finalizando el año y acabando de instalar los belenes con sus luces y sus estrellas. No es posible que aún estén por aquí. No es posible que no estén en el lugar que ahora les corresponde, ese idílico estado de hibernación. No es posible que prolonguen su incómodo papel de moscas cojoneras, porque el invierno ya llegó. A no ser que su presencia, ya casi eterna, se deba al amenazante cambio climático.

No las quiero. No me gustan. Y por eso me acuerdo de amigos protectores de animales, en plena tertulia de sobremesa, con el matamoscas preparado para cazar alguna al vuelo. O aquellas otras amistades, todas antitaurinas, echando insecticida para extinguir los odiosos insectos. ¿En qué quedamos pues? ¿Los animales son todos los que son? ¿Son todos los seres vivos aparte del ser humano? ¿Las moscas? ¿Los mosquitos? No quiero saber nada. No me gustan las moscas, ni las moscardas, ni los abejorros. Espero que algún día me dejen en paz y no se acostumbren a mí.

Y, no siendo un aficionado rockero, aprovecho el texto de este rincón del Diván para colgar a un grupo de mi ciudad. A ellos tampoco les gustan las moscas, aunque nunca se sabe.

Música sugerida: LIBERTAD. Alademoska

viernes, 9 de diciembre de 2011

BEAUTIFUL

No hace mucho, en un colegio de la California americana, un niño le dijo a una niña “beautiful”. En nuestro idioma hermosa, bella, guapa. Este calificativo tan inocente, poco sospechoso de impurezas mentales y nacido de un impulso espontáneo y natural fue encadenado, maltratado y sacado de contexto por distintos eslabones, hasta el punto que un simpático adjetivo se convirtió en poco menos que un grave insulto.

Quizás la niña dijo en casa que fulanico le dijo “linda”, y se montó el lío. Los padres, seguramente con mentes contaminadas, retorcidas, inquisidoras, no apreciaron la ingenuidad del piropo. La galantería del menor les ofendió y recurrieron al profesor, del profesor al jefe de estudios, del jefe de estudios al director de la escuela y del centro docente a los servicios sociales; del departamento municipal a la policía y de la fuerza del orden al juez.

¡Pobre niño! si lo llega a saber. Hubiese quedado mudo para siempre. Un agasajo convertido en acoso sexual, hostigamiento educativo. Ya no le quedarán ganas al mocoso de pronunciar, a nadie más y en futuros venideros, palabra alguna, ni agradable ni sosa, a mujer alguna por temor a otro grave incidente. Ni siquiera podrá articular frases complacientes a ningún caballero, pudiendo ser inculpado de homosexual.

No entenderé nunca tantos fantasmas mentales en los pensamientos de adultos que transforman mensajes inherentes en sentencias sublimes. Que dejen al niño en paz y que hagan una orgía de flagelaciones compartidas los padres, los responsables del colegio, los de servicios sociales, la policía, el fiscal y el juez.

Lo que me preocupa es que los hitos, comportamientos y costumbres cruzan el charco atlántico demasiado rápido para mis deseos. Dentro de poco y de seguir las cosas así veré a una innumerable fila de niños cara a la pared, descalzos y esposados, por decirles guapas, “beautiful” a sus chicas preferidas. Y si esto se consiente, si es que se produce, ya estará prohibido hasta mirar. El acto para el que se crearon los ojos podrá ser malentendido también, y podría resultar pecaminoso y hasta repulsivo.

Por eso y antes de que me lleven encadenado y sin ver a nadie, me despido en esta entrada con un elegante, y también inocente, PRECIOSAS, a las que estéis ahí.

Música sugerida: PSYCHE. Chris Spheeris

sábado, 3 de diciembre de 2011

LAS COSAS PUEDEN CAMBIAR

Hace ya una eternidad de aquellos años que se esconden casi voluntariamente en el olvido. Aquellos años de reclutamiento obligatorio para servir a una patria en tierra de nadie, para prestar un año perdido de la vida para regocijo de mandamases, de caprichosos oficiales que, bajo el sagrado pretexto de los intereses nacionales, vivían confortablemente por los servicios, obligados y gratuitos, de los mozos llamados a filas.

Encuentros entonces de gentes de distintas geografías y diferentes pensamientos, atolondrados por la ignorancia de sobrevivir, en esos fríos cuarteles, a los apegos de las novias, de las familias, de los estudios y los trabajos. Asustados las primeras semanas de tanta guardia sin enemigos, de tanta instrucción inútil, de tanto trasiego entre personas dominantes y amantes de la jerarquía, de la orden y la obediencia.

No bastando la sumisión a mandatos absurdos, no siendo suficiente cuadrarse ante extraños con galones, no estando incapacitado para subordinarse a indicaciones irracionales, se establecían también escalafones entre los novatos, soldados anónimos de plomo, para perpetuar la imbecilidad de las ordenanzas y el cumplimiento de las mismas.

Tal es así que era tradicional que los más veteranos recibieran a los nuevos incorporados, a fin de cuentas quienes les iban a reemplazar, con unas novatadas de presentación. Unas eran intimidatorias, otras groseras, otras humillantes, pero todas ellas inconscientes y estúpidas.

Tuve suerte porque las tonterías fueron más indulgentes conmigo pero, aun así, mi indignación por el trato, a veces vejatorio, a los demás me curtió en la rebeldía. Tanto fue así que, transcurrido un año y a punto de licenciarme de los cuarteles y de la patria, recibimos los veteranos a los nuevos reclutas, asustados y con caras de circunstancias, como siempre fue según la costumbre.

Mirarlos a ellos era retroceder en el tiempo y reflejarme otra vez en los tristes espejos del pasado. Pero conseguimos, unos cuantos indóciles como yo, romper la cadena y las tontas tradiciones. Si nos acordábamos todavía del recibimiento que nos dispensaron aquellos “abuelos”, y nada nos gustó, ¿con qué licencia moral y ética íbamos a repetir las mismas sandeces, las mismas bobadas que provocaban iras y enojos?

Fue así como, hablando con convicción con los unos y los otros, declaramos la paz a los nuevos intrusos e instauramos la concordia. Nada de novatadas, ni de bromas de mal gusto, ni abuso de falsa autoridad. Al fin y al cabo, éramos iguales los nuevos y los viejos, sin desprendernos nunca de esa cara de tontos y asustadizos que decían las autoridades que nos hacían más hombres.

Ya no se hicieron gamberradas desde entonces. Y yo, si en algún momento de mi vida me hice hombre fue porque me curtió el tiempo y los bandazos traicioneros, lejos de los cuarteles y en las trincheras de la existencia. Desde entonces supe que las cosas a veces, si se desean, pueden cambiar. Y si no hay que soñarlas.

Música sugerida: THIS VOICE. Ane Brun

martes, 29 de noviembre de 2011

SIMPATÍA

No salgas a la calle si es que aterrizas perfumada, peinada, pintada, dispuesta a comerte el mundo y eres incapaz de decir hola, buenos días, un adiós. No vayas a ningún lado si tu caro perfume, tu pelo de horas laborioso, tus labios de carmín, tu elegante atuendo y tu maquillaje esplendoroso amordazan lo único que es útil y generoso de verdad: la simpatía.

Tantas horas delante del espejo para privar a quienes te rodean del gesto más simple y gratuito, de la actitud más alegre de la vida, de bendecir a los demás con generosa vitalidad, de ofrecer una sincera sonrisa y entregarte al saludo compartido.

Cuántas personas hay, hombres y mujeres, que dedican dinero y energías en complacer sus egos en su alcoba más íntima para resultar hermosas, para pasar por atractivos, para revolucionar con su presencia todo un impacto social para luego, en un segundo, ser fríos como el hielo y desdeñosos de comportamiento.

La bruja de Blancanieves hacía lo mismo. “¿Quién es más bella que yo?”, le preguntaba a la luna de su dormitorio. Pero su aspecto agraciado y radiante era flor de un día. Es de agradecer la autoestima, la complaciente presencia y la lindura exterior, pero el encanto, como en los cuentos, durará lo que un suspiro si no se presume de la mejor elegancia: educación, cortesía, empatía y altruismo.

Llenas están las calles, los ascensores, los lugares de trabajo, los antros de ocio, incluso los rincones olvidados, de gentes coquetas y presuntuosas que están vacías por dentro y respiran aire de difuntos.

Con lo que a mí me gustan las alegrías, las bromas y las miradas comprensivas…

Música sugerida: IN EXCELSIS. Rodrigo Leao

viernes, 18 de noviembre de 2011

UNA MONTAÑA DE PATATAS

Sucedió una vez que un niño caprichoso, obeso de comer chucherías conseguidas por chantaje emocional, dueño de su universo y del entorno de los demás, le pidió a su padre una montaña de patatas. Quería ver, por un imprevisto antojo de su mente infantil y mal criada, una montaña de patatas en la era. El terreno, ahora hay que decirlo, era una finca de su padre, rico y casi latifundista, que cultivaba todo género de productos agrícolas y que rascaba dinero de las subvenciones oficiales para encubrir su portentosa fortuna.

El niño mimado quería ver en la era una montaña de patatas. Se le ocurrió así, de repente. Y el padre, rico en dineros pero escaso de recursos educativos, ordenó al encargado que trajera unos sacos de patatas y los esparciera en la era. No fue suficiente porque el niñato, haciendo pucheros y amenazando con romper a llorar, exigió una montaña más grande y más alta.

El padre, harto de ver a su hijo tan compungido, le dijo al encargado que trajera un remolque y lo vaciara en la era. Así lo hizo el hombre con la disciplina que le caracterizaba, pero ese esfuerzo resultó inútil. El desgraciado niño quería más, y lloraría sin parar hasta que no se transformara la era en una gran montaña de patatas.

El padre de la asquerosa criatura, muñeco diabólico, le dijo al capataz que comprara todas las patatas del término municipal, y que las expusiera en la era de los cojones. Así lo hizo el encargado, talonario en mano y, a la mañana siguiente, llegaron a eso del mediodía hasta veinte camiones de patatas que depositaron, kilo a kilo, en la era también de los cojones.

Extendidos los tubérculos en una llanura cuyo horizonte y altura asustaban hizo llamar el padre a su hijo de los cojones y le dijo: “Aquí tienes lo que querías. ¿Estás contento?”.

Pero el niño de los cojones no respondió. Apuraba una coca cola con su pajita colorá y simplemente sonrió.

Aún nos parece exagerada la historia pero, si no nos ponemos las pilas y se educan a los hijos como hay que hacer, se harán hijos pijos de los cojones y se perderán en la imbecilidad generaciones enteras. Yo habría enterrado al niño media hora bajo de la montaña, pero no era el mío.

Prefiero los niños que sueñan con fantasías más hermosas y que no acumulen patatas para digestión de la vista.

Música sugerida: EL NIÑO QUE QUERÍA IR A LA LUNA. Agua Viva

miércoles, 16 de noviembre de 2011

MI SUEGRO, UN HOMBRE CUALQUIERA

Hoy ha llegado mi suegro a casa, a eso de la una y media, para comer; como hace habitualmente de lunes a jueves. Como sabemos quienes le conocemos, es un pedazo de pan y, como dirían las personas curtidas de la vida, un bendito. Su rostro es un mapa, de esas caras mapamundi cortadas por profundos surcos, con esas cicatrices caprichosas que son presas de los calendarios del tiempo, estelas del reloj de la vida. Y demasiado gastado por ese trabajo iniciado desde que era churumbel y que todavía continua, entre bancales y riegos, semillas y barbechos, siembras y recogidas desde una eternidad, de sol a sol, de luna a luna, de veranos y de inviernos.

Tiene ochenta y seis años y no disfruta, en noche alguna, de tranquilos sueños; como merecería cualquier huésped de una existencia trabajada o cualquier anfitrión de una casa labrada a pulso. Interrumpen sus vigías los insomnios de una esposa que padece Alzheimer desde hace siete años y por eso le acompaña en los despertares, le prepara el desayuno, la pasea por el parque, la traslada en la silla de ruedas hasta la parada del autobús, ese transporte que la llevará hasta el Centro de Día. La despide a diario con una sonrisa, con una bendición, con unos parabienes que desea con todas sus fuerzas, aunque él prescindiera de esos buenos deseos el resto de sus días. La besa cuando llega la hora de la despedida y se le humedecen todavía los ojos, esos ojos ya secos de lagrimales, porque se desaguaron de tanto vivir y porque ella ya no le entiende.

Aún cultiva el huerto. Es la misma tierra que empezó a trabajar de niño, casi a ras de suelo. El bancal, el regadío, el barbecho, los surcos, las semillas, las plantaciones, mirar al cielo, rezar para que no hiele, recoger las plantas y los frutos, mimar la tierra, rascar sus entrañas, medir el viento, predecir las lluvias, besar las hojas, calarse hasta los huesos, herirse de frío, tambalearse por un golpe de calor, maldecir el esfuerzo sin recompensa; querer a sus gentes, amar a su mujer, a esa esposa que se fue hace tiempo, con la mirada perdida, de las dichas compartidas. Horas son de prepararle el regreso, de ofrecerle el zumo, o la leche con la descansada merienda, de encenderle la televisión, darle conversación y hacerle compañía. Horas son para armarse de fuerzas, acorazarse de paciencia, inyectarle la insulina, prepararle la medicación y sonreír abatido cuando desvaría. Hasta que de nuevo los insomnios de su esposa interrumpan y solivianten sus tranquilos sueños, hasta que, ya convertido otra vez en centinela y vigía, la acompañe por enésima vez al aseo, al frigorífico, al salón, a la ventana, al sofá, a la cocina, a la galería, al pasillo y otra vez a la cama, a ese lecho del que, con el paso del tiempo, se fugó la pasión pero donde creció el afecto.

Y a las siete sonará el despertador para comprobar que otro día ha nacido. Con sus nubes, con su sol y con sus horas pendientes que deben pasar revista. Otro día de lucha, otro día de convertir lo cotidiano en un milagro de existencia. Otro día de lanzarle una sonrisa desafiante a la vida, sarcástica y también envuelta en ternura, y exclamarle: “¡Qué final triste de película!”.

Pero todavía tiene fuerzas porque aguanta, soporta porque transige. Si no le enterraron las tierras del bancal, ¿de qué le sirve llorar con lágrimas secas si aún florecen, porque no perdieron la memoria, los frutos en sus árboles?

Música sugerida: KATE´S THEME. Lennie Niehaus

lunes, 14 de noviembre de 2011

HONESTIDAD

Cuando yo era pequeño una persona mayor, que luego fue un referente en mi vida, me contaba cosas, historias, cuentos y, cuando le parecía bien, verdades como puños. Yo a esa temprana edad no entendía muchas cosas, pero aquel hombre bajaba a mi altura cuando me intuía dudoso, me miraba a los ojos cuando me veía despistado, me cogía por los hombros y me decía: “¿Tienes prisa? Yo tampoco. Te lo explico otra vez”.

Y me decía que para que dos personas se entiendan deben mirarse primero a la cara, luego a los ojos, sin timideces, sin parpadeos, sin excusas de evasión para salir corriendo. Luego es importante escuchar lo que te dicen, entenderlo bien, y si no comprendes pregunta, que para eso se inventó la interrogación. Luego de oírlo podrás estar de acuerdo, entonces le dices que sí, que conforme. Pero si no estás del todo convencido repásale tus dudas y dile que hasta aquí aceptas o hasta aquí hemos llegado.

Cuando, después de escucharle quieras responderle, hazlo defendiendo tus ideas y argumentando lo que quieres. Los monosílabos también se inventaron como ayuda, pero no sirven para ninguna explicación. Así que mírale a los ojos y dí lo que piensas. Si al final de una conversación, que no es un monólogo, estás más contento porque algo más has aprendido, estupendo. Si coincides con quien te habla, mejor. Si no te gusta lo que te dijo se lo haces saber y no te calles nunca, ni por vergüenza ni por discreción. La vergüenza es para las malas personas, y la disimulan bien; la discreción, si va a perjudicar a alguien, mejor no usarla.

En cualquier caso es preferible despedirse con un apretón de manos que con un silencio. Cada vez encontrarás más gente que engaña, que miente, que traiciona.

Pero aunque esto ocurra hay una palabra mágica que es más fuerte que los insultos malsonantes, las deslealtades y las falsedades. Se llama HONESTIDAD.

Si la encuentras por ahí atrápala y no la sueltes. Vale más que el oro y que todo el dinero del mundo. Tanto vale que hay quienes la quieren comprar. Si la guardas mucho tiempo ya es tuya, y ya nadie te la puede quitar.

Pasaron años para entender su significado, y algunos más en saber apreciarla. Requiere esfuerzos y en ocasiones sacrificios. Pero quien la tiene conserva un tesoro. Personal, intransferible, pero con una magnífica ventaja: se puede compartir.

Música sugerida: HONESTY. Billy Joel

martes, 8 de noviembre de 2011

PUERTAS ENTORNADAS

Ya sabemos todos que hoy mandan los mercados a los gobiernos. Conocemos asimismo que somos impotentes a las grandes decisiones, aquellas que de alguna forma determinan futuros y encadenan desenlaces, nos gusten o no. Al fin y al cabo eso mismo es lo que pasa en nuestras vidas cuando no controlamos ni la salud, porque un día se tuerce, ni la amistad, porque otro día se rompe, ni el amor, porque surge un desengaño.

Tenemos la tendencia de controlarlo todo, o por lo menos de influenciar en los entresijos que nos rodean para, de alguna forma, moldearlos a nuestros impulsos, a nuestras medidas y espacios, a nuestros esquemas de comportamiento, a lo que nos complace por encima de todo.

Pero nada es como parece o pretendemos. Ni siquiera lo más cercano y próximo podemos dominarlo al antojo que apetezca, ni los planes a medio o largo plazo nos sirven, porque lo que hoy es así, mañana es de otra manera.

Si lo que ayer fue lluvioso hoy es soleado, y nada podemos hacer para cambiar los rumbos y caprichos del tiempo, ¿qué podemos hacer con los gustos, en ocasiones no compartidos, de las personas que queremos en nuestro ámbito más cercano? Y si para los gustos no hay nada escrito, porque cada uno siente lo que le parece, ¿qué decir de las decisiones profundas y determinantes, que parece que nos alejan todavía más?

Nada. No se puede hacer nada. Hay cosas en la vida que nos podrán gustar o no, que aceptaremos en primera instancia o en segunda convocatoria, pero finalmente asumiremos como hechos irrefutables. Son más dolorosas cuando ni se está capacitado para intervenirlas, ni para modificarlas, ni para darles una completa vuelta. Sucede todos los días y ocasiona nerviosismo, malestar, desazón, rebeldía.

Mas no nos atormentemos más de lo necesario, pues la prevención no es buena consejera cuando alguien aprende del error. Dejemos las cosas como están y entornemos la puerta. No deben cerrarse nunca por si acaso. Por si en un imprevisto día se abre y la amarga despedida no fue del todo cierta. Los ultimátum debieran desterrarse, no sirven nada más que para asustar. Pasado el trance de la duda ¿quién reniega de lo que dijo o prometió?

Dejemos las puertas entornadas. Puede que alguien regrese y la cierre por dentro, nos salude, nos abrace y se quede sin protestar, sin venganzas, sin reproches, devolviendo el beso olvidado.

Dejemos la puerta entornada porque las llaves, en mi universo, condicionaron sospechas, desataron las dudas y malgastaron el tiempo. Porque prefiero las puertas para que entren las personas apreciadas, no para que salgan los seres confundidos.

Música sugerida: VERITA. Josh Groban

miércoles, 2 de noviembre de 2011

UN METRO CUADRADO

Uno de mis escritores favoritos es Julio Cortázar. Parece que su enorme humanidad física, aparte de su sensibilidad humana, le concedió una mollera privilegiada para inventar historias, transmitir inquietudes y despertar conciencias. Aquel argentino grandullón escribía cosas que adjudicaríamos a un sabio, pero tenía además mirada de niño, como esas personas muy inteligentes que razonan hasta lo inimaginable y aún les queda ternura en los ojos.

En uno de sus relatos describe cómo un señor, ya mayor, para colmar su necesidad diaria y habitual, la de la lectura tranquila, soleada y bucólica y sin que nadie le moleste, acaba por comprar un metro cuadrado de un terreno en el campo. Sólo eso, pues tan sólo eso es lo que necesitaba. Nada más. Así que para ese trocito de tierra se llevaba todos los días sus bártulos, su silla, su lectura y su transitorio equipaje para estar a gusto consigo mismo y disfrutar de uno de los mayores placeres de la vida, por lo menos de la suya.

Así lo hizo hasta que las habladurías comenzaron a cercar su metrito cuadrado. A las primeras curiosidades del vecindario sucedieron comentarios sobre su posible locura, dándole vueltas a qué rarezas tenía aquel hombre que se encaprichó de un trocito de campo, en un lugar perdido entre rincones y enmedio de nadie. Más pronto las especulaciones dieron paso a las sospechas y hubo quienes creyeron que si el señor compró aquello alguna razón de peso motivó su adquisición.

De modo que empezaron a pulular compradores para ese metro cuadrado, más cuando la sospecha empezó a descartar la locura del propietario y las iniciales dudas dieron paso a otras especulaciones, declinándose finalmente por una causa más material y menos contemplativa; una causa motivada, exclusivamente, por la inversión. Y las sanguijuelas que hay en todas partes, entonces, comenzaron a indagar, preguntar, investigar y, cuando no cabía otra razón por la que aquel hombre escrituró su metro cuadrado, le pusieron precio.

Si un hombre, antes susceptible de demencia y ahora suspicazmente cuerdo, compró tan mísero territorio será por algo. “¿Esconderá el jodido un tesoro?” Se preguntaban los negociantes. Esta historia es un insignificante botón de muestra de que nada ha cambiado y todo sigue igual. Si sospechar de algo, aunque sea de un metro cuadrado, obtiene beneficios no hay tiempo que perder. Así que la tranquilidad de un tranquilo hombre se vio afectada por la impaciencia de las pirañas, depredadoras de sospechas y ambiciosas del dinero, aunque la plata esté manchada de negro y queden sucias las manos, las corbatas, los trajes y hasta las escrituras.

LAS BUENAS INVERSIONES. Julio Cortázar

Música: TALKING TO THE MOON. Bruno Mars

lunes, 24 de octubre de 2011

LA VOZ MATERNAL

A veces he oído que el vientre de una madre es el lugar más seguro para esconderse. Estoy convencido de que es así pero la naturaleza es sabia y nos tiende a todos una trampa. Una vez paridos ya no podemos volver a entrar. Y es una lástima, porque en cuántas ocasiones en la vida deseamos estar ahí dentro, de nuevo. La forma más sencilla que tenemos de evocar y reivindicar ese rincón tan humano y blindado es haciendo esa postura fetal, encogiéndonos como si tal cosa cuando nos sintiéramos un poco más protegidos. Pero las imitaciones, en estos casos, son más ficticias que reales.

Será entonces cuando nos arropamos nosotros mismos o alguien tendrá que cobijarnos con abrazadas ternuras. Lo que parece hoy en estos tiempos indiscutible es el efecto milagroso o devastador que recibe una criatura en el vientre de su madre. Todo se cuestiona, pues la alimentación sana, el calor que le transmita o la tranquilidad de dormir plácidamente pueden tornarse en desnutrición, malestar o estrés con angustiosas taquicardias. Nada le será ajeno de aquí en adelante. Músicas relajantes o estridentes, estados anímicos tranquilizadores o nerviosos, jauja o jaula, custodia o animadversión. En ese seno materno no sólo se transfieren las cargas genéticas, sino las herencias emocionales.

Mi amiga Ana colgó en su muro de Facebook un hermoso video sobre la importancia de escuchar una voz maternal. Más conmovedor si cabe cuando el bebé es sordo y todo depende del lenguaje visual. Ayudado por el audífono reconoce la principal voz, la de quien le trajo a la vida. La voz de la madre suena para él como un canto de sirena: armoniosa belleza, delicada sintonía, amorosa entrega. Nada más quiere. Nada más importa. Sólo descubrir el mundo con palabras mágicas, dulces sonrisas, cariñosas miradas y tiernas ilusiones. Nada más importa.

VIDEO:

Música sugerida: SAY YOY LOVE ME. Patti Austin

viernes, 21 de octubre de 2011

INOCENCIA, CÁRCEL, MENSAJES Y PALIZAS

Dewey Bozella ha ganado su primer combate como boxeador profesional. Nada que objetar si no fuera que tiene cincuenta y dos años y se ha pasado veintiséis en una prisión de USA por un delito que no cometió. En el penal, mientras entrenaba en el gimnasio, tuvo tiempo suficiente para escribir, mandar, reenviar y remandar la misma carta.

Durante años y una vez a la semana enviaba una carta firmada con su puño y letra a “THe Innocence Project” para solicitar una revisión de su caso al declararse, por activa y por pasiva, inocente de las causas que le llevaron a la penitenciaría.

Lo que me indigna de su historia es que en el año 1990 el fiscal del distrito le ofrece la libertad con una única condición: que se declarase culpable, que admitiese su responsabilidad. Hecho que pone en entredicho el sistema judicial estadounidense, porque a ver como se explica, a un adulto sin razonamientos o a una criatura con esperanzas, que si te confiesas culpable eres libre, y si te declaras inocente sigues pudriéndote en la prisión.

Bozella, en una decisión que le honra y confirma su exculpación, testifica su inocencia y se ve privado de su libertad otros once años más. Cuando termina la condena, porque finalmente un jurado lo considera inocente, se dedica como medio de vida a lo que tanto ha practicado en el cuadrilátero: el boxeo. Llega pues su primer combate con una expectación inusitada. Al fin y al cabo un exconvicto veterano, además de inocente, salta al ring por primera vez.

Para rematar la historia aparece el Presidente americano, Barack Obama, que le envía un mensaje de felicitación antes de pelearse con el púgil rival. En el recado presidencial le dice: “Dewey, eres un ejemplo para todos”.

Y yo acabo de indignarme todavía más, porque el hombre más poderoso de su país permite que durante veintiséis años un inocente esté en la cárcel, no le ofrece al expresidiario compensación alguna por privarle de media vida por un error judicial, y encima le anima a que se exponga a una paliza en un habitáculo, mal llamado deportivo, para que venza o sea abatido. “Eres un ejemplo Dewey”.

Un ejemplo para morir recibiendo hostias o para dejar sonado a otro pobre desgraciado. En fin, qué pena de mensajes estúpidos y qué lástima de idiotez presidencial. Pero si Dios los cría… ellos se pegan…

Con el tumulto del espectáculo que suene la música, “contigo o sin ti”.

Música sugerida: WITH OR WITHOUT YOU. U2

martes, 18 de octubre de 2011

CONFRONTACIÓN O PALABRA

Siendo joven hubo un tiempo que practiqué el kárate como deporte favorito. No para competir, ni para dedicarme a ese duro entrenamiento, tampoco para creerme más de lo que los años me han ido moldeando. No pretendía sentirme ningún supermán. Todo lo contrario, me atraían las artes marciales por su filosofía defensiva, nunca como actitud atacante. En realidad creo que de lo que se trata es de sentirse un poco más seguro, pero sin esgrimir en público las habilidades o los recursos físicos con que se cuentan. Por lo menos eso es lo que me contaron.

Una tarde y en un combate amistoso donde para nada era aconsejable el “contacto” mi contrincante, más avezado que yo, me provocó una fisura en una costilla de una patada lateral. Tardé semanas en recomponerme por completo pero aprendí, quizás por vez primera, que no es lo mismo la teoría que la práctica.

Por supuesto que cogí miedo y ya no volví a pisar el tatami, porque ese canguelo, tanto como el de esas personas mayores que sufren una caída y buscan excusas para no salir de casa, aplacó mi soberbia y moderó mi estima. Pero el propósito de esta entrada no es contaros mis imprudencias en aquel gimnasio, sino transmitiros la recomendación de que la modestia es más sabia que la tentación.

Hace años contemplé absorto cómo un imbécil dio una bofetada a un individuo por una banal discusión. El agresor ignoraba que su víctima era un experto en técnicas de defensa personal, porque a veces el desconocimiento es una virtud, y se fue chulo y embravecido. El agredido le pudo haber partido en dos de arriba a abajo o de derecha a izquierda con el canto de su mano. Sin embargo no respondió a un inconsciente comportamiento.

Probablemente sea estúpido ofrecer las dos mejillas para que abusen de la confianza, pero es mucho mejor no responder a la provocación y reconvertir la prudencia en la mejor arma de combate. La reacción a un arrebato infantil debiera ser siempre la cordura, que no es cobardía. Y la mejor arma la palabra, aunque haya que darle mil vueltas. Que las mesas de negociación sustituyan los tatamis y el golpe más contundente el más inteligente argumento.

Música sugerida: DUST IN THE WIND. Kansas

sábado, 15 de octubre de 2011

ESCAPADAS DESESPERADAS

A veces se suele solicitar un beso, pensando que un beso es un remedio cuando no lo es. Un beso reclamado tan sólo es un alivio, un consuelo temporal. Si la armonía de una pareja está lastimada, por las circunstancias que fueren, pedir un beso para reestablecer la paz suele ser ofensivo, porque pocas veces da resultado. Reconstruir viejas heridas no es cosa de gestos aislados, más bien de empeño cotidiano y paciencia, perseverancia y humildad.

Si el beso es insuficiente se acude a una sorpresa. Una escapada, un viaje casi improvisado, dos noches de amor en un hotel con encanto para romper con las cosas que enmarañan y aturden. Conozco a muchas parejas que optan por este recurso, hoy ya muy comercial, para redescubrir pasiones y encuentros tranquilos, como si no se conocieran ya las personas desde el inicio de la relación. Y lo que meses o años no han conseguido arreglar qué se puede esperar de una fascinada cita, adornada con romanticismo y sensualidad.

Vuelven felices y satisfechos, consumadas las tiernas noches y saboreadas las especiales cenas, achispados con cavas y alumbrados por velas embriagadas de inciensos. Pero volverán a pasar dos o tres días para que los fantasmas vuelvan en forma de dudas y la inquietud entre otra vez a la casa. Y vuelta a empezar.

Las escapadas son, en el fondo, huidas, estampidas hacia ninguna parte. Las novedades ofertan ilusiones y nadie desprecia los dulces, pero para que algo cuaje se necesita pensar en el día después, en lo que nos encontraremos al regreso, en la continuación de tantos días desdichados y acechados por la incertidumbre.

Así que, parejas amigas enamoradas de viajes relámpagos, viajes como quien se agarra a un salvavidas, no hay reencuentros. Para reconquistar hay que atrincherarse en las cosas cotidianas de cada día, señalar con un bandera blanca al principio, asomar la cabeza después con la dignidad que se precise, dejarse la piel para enterrar los orgullos y respetar los espacios y los tiempos de quienes viven a tu lado.

Los rescates no están en los bolsillos, ni en noches locas. Sólo “son de paz”, y cada minuto de lo que duren los años con sus días.

Y si llueve, deja que llueva.

Música sugerida: DEJA QUE LLUEVA. Ana Torroja

martes, 11 de octubre de 2011

LOS NADIES

Antes que nosotros ya existían LOS NADIES. Últimamente se han desatado acontecimientos demasiado importantes en el denominado PRIMER MUNDO. Y es que, por aquí y por allá, se tambalea y, aunque sabemos por qué, nuestra voz está todavía en un estado de afonía que no logra hacerse oír en los despachos de las trascendentales decisiones.

Pero antes que los civiles del norte de África prendieran su indignación y miraran cara a cara a sus tiranos, antes que los islandeses, los griegos, los italianos, los norteamericanos de USA, los franceses, los portugueses y los españoles saliéramos a la calle para liberar bocas amordazadas, antes ya existían LOS NADIES.

En Europa no surge un movimiento contra unos dictadores. La sutileza confunde a los ciudadanos porque no hay zares, ni caudillos, ni emperadores a los que haya que reprender. Hay democracias de las que hemos presumido de ellas, pero han virado con un efecto contra natura. Las democracias, sustentadas en la aprobación popular, se han olvidado del pueblo. Sus representantes volvieron la espalda a la ciudadanía al comprobar lo fácil que es privatizar los fondos públicos para provecho personal.

No todos, claro. Pero el contagio corrupto se ha generalizado tanto que ha saltado la alarma y lo que eran avances consolidados se están convirtiendo en retrocesos peligrosos. Los colmillos depredadores del Capital están al acecho y recogen, esquilman y roban con el beneplácito de los gobernantes, o de su impotencia, que es peor la sensación y más grave el asunto.

Ahora que presumimos de no presumir de nada salimos a la calle a mostrar nuestra repulsa, a señalar con el dedo que el poder moralmente radica en el pueblo, no en el hábito de que pertenece a los elegidos. Será necesario darle la vuelta a este básico concepto: los representantes no deben olvidar nunca a los representados y el político debe estar predispuesto a servir, nuca a estar servido. Y los bancos con sus clientes, las empresas con sus trabajadores y los vendedores con los compradores.

Si esto no es así la Ley habrá que reinventarse.

Pero antes que nosotros, LOS NADIES ya sembraban la faz de la Tierra. Ahora, por fin compartimos con ellos la palabra que siempre existió y que es la más muda de todas las que existen:

¡INDIGNACIÓN!

Cita Sugerida: LOS NADIES. Eduardo Galeano

domingo, 9 de octubre de 2011

CARTA A MI CUÑADA

Guapísima cuñada: hoy ha llegado tu suegro a casa para comer, como todos los días laborales. Entra con quejidos de muerte, que si se tenía que haber quedado en casa, que tiene un mareo que no se ve, que la angustia no se le pasa, que no va a comer y que no sabe por qué ha venido.

El muchacho, sin rechistar y después de avisar que le ponga la Paqui una mijitica pa probar, se zampa una plato de fideos a rebosar, no perdonando ni esos fideícos rebeldes que se resisten a ser recogidos por la cuchara.

Luego absorbe un cuenco de gazpacho andalúss, que quedaba de restos.

De inmediato le echa mano a unos cuantos boquerones recién fritos y que estaban de muerte, más que él.

A continuación engulle dos rodás de pan con chorizo de león, con especias y picante, comprado de la Feria del Campo.

Le acompaña un trocico de queso de cabra de la misma procedencia ferial.

De postre se despacha con dos tajaícas de melón que reprocha que está maduro, pero perdona su aspecto por su excelente dulzor, no dejando ni las semillicas, que podían haberle servido para secar y plantar.

Para regar lo boca degusta media cerveza alemana y dos culicos de vino.

Limpiándose la boca traga dos galletas de nata "Chiquitín" para no tomarse el café solo, regado éste por una chorraíca de coñá.

Se le invita a un rollico de vino pero dice que no quiere engordar.

Encantadora Amparo, yo me quiero morir como él. ¡Que nos entierra a todos!


Música sugerida: SOMEONE LIKE YOU. Adele

sábado, 1 de octubre de 2011

MATRIMONIO A PLAZOS

Ahora la Asamblea Legislativa del Distrito Federal de la Ciudad de México ha resuelto a favor de los matrimonios con contratos renovables. Cada dos años las parejas amorosamente comprometidas, o las que sigan manteniendo dudas de relación, podrán prorrogar el matrimonio o rescindirlo, según convenga. El encarecimiento de los divorcios, los elevados costes que conllevan los finiquitos de cualquier separación tienen los días contados, si la pareja así lo desea, claro.

Ya se veía venir que los matrimonios, sean civiles o religiosos, no son para siempre, que la pasión del amor no es infinita, que lo que Dios unió pueden separarlo los humanos, que las personas se hacen mayores porque los años pasan y la idealización de ese otro yo, de la media naranja que queremos compartir hasta el final de los días, se va desvaneciendo conforme se cumplen primaveras.

Ese final de muchos cuentos que “comieron perdices y fueron felices” existe en la ficción de los viejos relatos, más poco o casi nada tienen que ver con la realidad cotidiana, donde las calvicies, las canas, las arrugas, los desperfectos van aflorando; como también los defectos del otro que también se disimulaban o los nuestros propios, relajados ya y liberados de la tensión de la conquista.

Ahora los mexicanos podrán, llegado el último día de expiración del contrato, firmar otros dos años o alegar que “hasta aquí hemos llegado”, y todo ante el juez. Para algunos qué largos se le van a hacer esos dos años, para otros quizás, demasiado cortos. Parece que volvamos a aquellos años tristes de matrimonios por conveniencias y que tanto daban que hablar. Pero los amores, viscerales o más comedidos, dicen que amores son…

Pero qué pena que se acoten en urnas de tiempo para saber, de primera mano, si la felicidad tiene moratorias a plazos. La felicidad, ese estado sentimental que tanto cuesta conseguir y, cuando se abraza, se diluye casi al instante, seguirá cuestionada no dos años, sino cada uno de los días.

En la vida no existen los tiempos muertos, pero hay que buscarse excusas y solicitar excedencias para recuperar la dicha perdida, la ventura eterna o el amor que, rozándolo, se escabulle como en un juego burlón.

Música sugerida: LA CUMPARSITA. Xavier Cugat y Dinah Shore

lunes, 26 de septiembre de 2011

VOLVER AL NEGRO

En más ocasiones de las que deseo, cuando voy a recoger el pan de cada día me encuentro la panadería de cola hasta la puerta. Nada preocupante si no fuera porque cuantas más prisas tengo más repleto se encuentra el recibidor de clientes. Hay veces que sólo hay una persona atendida y me alegro por ello, mas empiezo a desesperarme porque la conversación entre dispensadora y compradora parece no tener fin y de las preguntas respecto a qué productos tiene a interesarse por las cuestiones personales existe un frágil paso.

Hoy me ha vuelto a ocurrir. Caminaba ligero para la compra del pan para poner luego la olla a calentar y, por fin, llego al establecimiento y la tienda llena de clientes. Con cierta ingenuidad pienso que cada uno de ellos tendrá sus propias premuras, pero a veces lo dudo; pues no resulta rápido el protocolo de compra venta cuando hay personas que parece que llevan toda la mañana sin hablar con nadie, y cuando entran al comercio se desahogan con la vendedora y le dan al palique, unos tutulillos por aquí, unos marujeos por allá y hasta intimidades que a mí nada me importan.

Esto me pasa también con escasos compradores delante de mí y lo que deberían ser tres minutos se alargan a veinte de reloj. Esta mañana no. Este mediodía había una señora bien peinada, arreglada de domingo y con unos kilos de más, para su edad y vitalidad, en primera línea del mostrador. Solicitó la mujer rollos, empanadas, bizcochos, tartas, toñas, harina, pan, tortas de gazpachos, ensaimadas, cruasanes, papas y hasta pizzas. Casi todo lo que era visible en las vitrinas de la exposición. Pensé para mí que tan sólo le faltó comprar la tienda entera.

Después de pagar un buen dineral, por sus caprichos o necesidades, ¡qué más me da! interviene en su única conversación: “¡Cómo está todo de caro. A este paso vamos a volver a los tiempos del pan negro, a la televisión en blanco y negro y a la vida misma en negro. Vamos, que volvemos al negro!"

Yo, incrédulo, sólo pensé en la olla, que tenía que estar ya a punto de cocción, y que el puchero sí estará negro, pero negro de esperarme.

Música sugerida: BACK TO BLACK. Amy Winehouse

miércoles, 21 de septiembre de 2011

A ÉSTE LE PUEDO

Por estos lugares donde vivo existe un vocablo un poco peculiar. Así que es normal, cuando es hora de elegir amistades, la frase “yo te ajunto” y si se rechaza a alguien por un desencuentro o experiencia desagradable “ya no te ajunto”. Bueno, esto era así antes, en los tiempos de mi infancia, porque como casi todo, incluidas las formas de hablar, se van perdiendo y olvidando los orígenes y las usanzas.

También era normal, como en cualquier sitio donde los niños se pelean por travesuras propias de la edad, el medir las fuerzas propias y las del potencial rival. De modo que recuerdo la frase “a éste le puedo”, palabras pretenciosas que declaraban que uno, si se peleaba con fulanico, iba a ganar el envite. Sin embargo si el de enfrente era superior en fuerza o maña se solía decir “yo con éste no, que me puede”.

Difícil era aceptar un reto de provocación con alguien similar en fuerzas, porque el acabar malparado uno o el otro era tan caprichoso como una lotería. Si el contrincante era más fuerte cualquiera lo evitaba, por sentido común. Si era inferior se asumía victorioso el desafío, pues cómo va uno a quedar mal ante alguien más débil que nosotros.

Ocurría a veces que habiendo embestido al niño inferior aparecía más tarde el hermano mayor, o el primo, el tío o hasta el padre. Circunstancias mayores que a cualquiera le provocaba un instantáneo cólico y salía del lugar por piernas.

Esto pasa todos los días desde que la Historia se escribió con mayúsculas. Países que colonizaban a otros más débiles, naciones que asumían su franca inferioridad, conflictos armados con objetivos conquistadores, de los más poderosos a los más desalmados. Y la historia se repite lustro tras lustro, siglo tras siglo, sin avanzar nada en el civismo, la libertad y la sensatez.

Yo, pase lo que pase os voy a ajuntar y en mi vocabulario desterré el término con éste puedo. No se trata de enseñar las uñas, ni los dientes, ni la mordaza a nadie. Nadie es diferente por su color de piel, ni por ser más pobre, ni por amar de forma distinta a la mía, ni por creencias lejanas. ¿Para qué sirven las garras ni no es para hacer daño? ¿Y para qué sirve el daño si un día nos lo pueden hacer a nosotros?

Yo no quiero poder con nadie, ni vencer, ni derrotar, ni robar, ni dominar. Yo no necesito nada, tan sólo sinceras amistades. ¿Me ajuntáis?

Música sugerida: DON´T EXPLAIN. Nina Simone

lunes, 19 de septiembre de 2011

EL ÚLTIMO SUEÑO (DE LA NOCHE)

No hay rabia que más me dé que despertarme a mitad de un sueño. No, no me refiero a los sueños que se aspiran en la Vida, a esos planes a medio o largo plazo, a esos proyectos ahora inalcanzables y que adornamos de esperanzas, a esos cumplimientos de las utopías imposibles que queremos transformar en vivencias reales.

Apunto a los sueños profundos que nos asaltan e invaden la intimidad del descanso, a esos sueños, como si nos encontráramos en un spa, estando completamente dormidos y que afloran sin saber por qué cuando el cuerpo está en pleno reposo, cuando la mente descansa en un hondo baúl cerrado con llave.

Llega un momento que, dormido desde las uñas del pie hasta la última pestaña, surgen imágenes, casi siempre borrosas, de personas conocidas o lugares inexplorados. Desfilan en nuestros sueños como fotogramas de Films sin cronologías ni razonamientos lógicos. La mayoría de las ocasiones son quimeras aburridas, de esas que por sí solas te dormitan más, como si estuviésemos contando ovejas y ovejas…

A veces brota un argumento, una historia, la visión de una antigua cita jamás celebrada, el erotismo prohibido con alguien que estimé, la solución de un problema que preocupa, la conversación placentera con personas lejanas o el reencuentro inesperado con quienes ya no están.

Entonces, en plena apoteosis de los sentidos, con los oídos amodorrados pero en alerta, se origina un cortocircuito y se apaga el sueño, se desvanece la estampa, se aleja la alegoría y se diluye el más íntimo y libre pensamiento; o se aviva la realidad, ¡vaya yo a saber!

Lo que sí me alivia el sueño roto es cuando padezco de alguna pesadilla, esa que me precipita al vacío y estoy sólo en el abismo y me despierto a un metro del suelo. Cuando me ocurre pienso que si no despertara en ese momento me moriría entero y del todo…

O esas otras que soy perseguido por gentes desconocidas y me hundo en el fango, y cuando me agarran y percibo mi final recobro el despertar. Es entonces cuando agradezco el apagón del sueño.

Pero no quisiera desadormecerme en aquellas ilusiones que tanto me agradan. Desearía que todos los sueños fueran hermosos, pero por momentos me vencen los fantasmas.

Muchas veces ese sueño precioso no es ahuyentado por un suspiro, ni interrumpido el amenazante porrazo por un oportuno ronquido. Rompe la magia el puntual despertador, para mayor de mis disgustos. Y sé entonces que el sueño detenido, aceptado o reprobado, fue el último.

Música sugerida: MORE THAN WORDS. Extreme

jueves, 15 de septiembre de 2011

EL TORO DE LA VEGA

En la ciudad vallisoletana de Tordesillas son célebres sus Fiestas en honor a la Virgen de la Peña. Su principal acto, aparte del religioso, es la matanza de un toro atravesado con lanzas, tantas como voluntarios descabezados le cerquen, le pinchen, le perforen y le den muerte en un vandálico ataque colectivo. El último toro víctima de esta crueldad se llamaba “Afligido”, nombre idóneo para ser paseado, agredido y brutalmente quitado de en medio tras ser múltiplemente perforado.

Los lobos en sus cacerías realizan la misma estrategia: persiguen, agotan, cercan y atacan por distintos flancos hasta reducir a su presa. Pero su comunal y descomunal ataque es para alimentar a la manada y a los lobeznos. Así lo hacen las hienas y aquellas especies que sobreviven socialmente. Los depredadores necesitan matar para sobrevivir. Ley de vida para mantener despierto y equilibrado el ecosistema animal. Poco más que añadir.

Los primeros cazadores de nuestra especie lo fueron por los mismos motivos, nada más lejos que alimentarse. Más tarde apareció la cetrería por placer, para afinar punterías y disfrutar de las piezas de venado conquistadas. Es un claro ejemplo de que lo que se cuestiona es la destreza, no el hambre. Antes no había placer en la muerte, hasta que alguien empezó a regocijarse.

Hasta los gladiadores vencidos en la arena ofrecían la yugular para morir sin sufrimiento, y sus verdugos, por cuestión de lealtad y honor, los ejecutaban lo más raudos que podían. Hasta mis abuelas acababan con el conejo o la gallina, de un golpe o un tajo, para no hacer padecer al animal más de lo necesario. Muerte rápida para no prolongar la agonía.

En Tordesillas No. Disfrutan con la tortura. Se colman de morbo para observar quiénes provocan más borbotones de sangre y quién, de entre ellos, lanza la última y definitiva estocada. Dicen que son tradiciones y, por lo tanto, hay que mantenerlas vivas.

Si la tradición fuera un suicidio colectivo y en fila india para abocarse a un pozo no habría tal tradición. Les apresaría el pánico. Sin embargo en pro de una costumbre ridícula continúan con la locura y la salvajada. Así que, por si algún defensor a ultranza de esas bárbaras usanzas me lee, sepa de mi parte que no es cabal, sino descerebrado, no es inteligente, sino imbécil, no es generoso, sino sádico.

Y en ocasiones, a quien a hierro mata, a hierro muere ¡Al loro!

Música sugerida: THE ANIMALS WERE GONE. Damien Rice

martes, 13 de septiembre de 2011

DESPILFARRO PÚBLICO

Me dijeron de muy pequeño que las casas no se construían por el tejado, sino por los cimientos. Una vez lo asimilé las he visto levantar, efectivamente, de abajo hacia arriba, ya fueran casas pequeñas o grandes edificios. Podrían tardar más o menos hasta la entrega de llaves pero siempre ha sido así, desde los sótanos a la superficie y de la superficie a las alturas.

Mi primer piso fue de alquiler, una vez desconectado del nido familiar. Cuatro muebles y una cama. Nada más. Mis primeras experiencias en camping fueron igualmente humildes. Primero suelo duro y mantas para el frío. Más adelante saco de dormir y cuando se pudo una colchoneta para satisfacción del cuerpo. Luego llegaron más comodidades, tampoco muchas, pero las suficientes.

Mi primera vivienda con compromiso de hipoteca fuimos llenándola muy poco a poco. Primero esto, luego lo otro. Para ese rincón esperaremos un poco y para darle vida a la habitación pequeña habrá tiempo.

No había ninguna prisa. Una cosa después de la otra si es que fuese posible. Si la economía era prohibitiva ni se pasaba por la cabeza capricho alguno y no se daba un paso al frente sin cierta seguridad.

Los distintos gobiernos de este país, tanto el más principal como los autónomos nunca durmieron mal ni necesitaron hacer cálculos. Ni insomnios ni pesadillas. El dinero no era suyo. Era público, como es público lo de todos. Razón de peso para que los responsables de su custodia, administración y gestión pensaran que, si público era, también era suyo. Pero el tiempo ha sentenciado que era más suyo que de los demás.

Si un país no se gobierna con la sensatez de la propia casa irá a la ruina. Y así nos va, sin saber si mañana encontraremos la puerta abierta para seguir caminando o habrá cierre por defunción administrativa y política.

Ante tanta demencia y despilfarro necesitaría una infusión relajante, que sofocara los nervios y aplacara la ansiedad. Pero bueno, he cambiado de opinión y mejor un té. Para compartir.

¡Por favor, un té para dos!

Música sugerida: TEA FOR TWO. Pink Martini

domingo, 4 de septiembre de 2011

MASCOTAS




Desde hace un tiempo a esta parte las mascotas de los hogares han ido cambiando, no ya porque se mueran los animales y los repongan de la misma especie, sino por el exagerado esnobismo de meter en casa bichos de otros continentes y cuya adaptación ya se advierte como difícil. Pero allá cada cual con su vida en sus cuatro paredes.

Lo que ya me resulta más extraño, por lo extravagante, es sacar las mascotas a la calle de paseo, con sus lazos, sus mochilas, sus transformaciones de peluquería y su disciplina doméstica. En pocos años ya he visto por céntricas calles a iguanas, ardillas, martas, cerdos, cabras montesas y hasta cachorros de leopardos. Pero lo más llamativo que he observado, quizás por ser lo último, ha sido un jabalí.

El jabato era bañado literalmente en una fuente pública de una plaza principal al filo de la media noche porque, según el dueño o padre de familia, vaya usted a saber, necesita un buen remojón para soportar los calores de agosto. Pensaba yo, claro está, que carece en su casa de bañera y sólo tiene plato de ducha, asunto éste crucial para justificar o no la conducta del responsable.

Todo ello me lleva a una reflexión que, por más que la medite y la comparta, nunca será vinculante porque en cuestión de opiniones la libertad alcanza su máximo ideario. Pero me entristece un poco que cuanto más familias desestructuradas, cuanta más distancia existe entre padres e hijos, cuanto más se echa en falta el necesario diálogo, cuanto más aislamiento en la comunicación más se estila el acompañamiento de mascotas y, cuanto más sorprendentes mejor, abundan más entre las familias.

Es como si determinadas personas se llevaran mejor con su animal que con sus parientes, como si la alimaña le comprendiera mejor o aceptase con resignación y sin rechistar las miserias del amo.

No sé dónde vamos a llegar. Quizás si la abuela no tuviera tanto apego a las revistas del corazón, la pareja no estuviera colgada al teléfono tanto tiempo contando chismes, el hijo mayor no fuera abducido por Internet y la más pequeña, para no molestar, no quedara hipnotizada con la play que le regalaron para hacerla autista, no habría lugar a comprase un cochino silvestre, cuidarlo, hablarle, alimentarlo, llevarlo al veterinario, construirle aposento y sacarlo a pasear. Cuando vaya viendo más animales raros por ahí será un buen termómetro para volver a meditar cosas sin remedio.

Hasta que, espero que no, me haga con un lince furtivo. ¡Qué amor de animales y qué olvido de personas!

Música sugerida: GRAO DE AMOR. Tribalistas

martes, 23 de agosto de 2011

CIENCIA E IGNORANCIA



Alguien acaba de afirmar en una publicación que “conocemos más del universo que a la sociedad en la que vivimos”. La frase, breve y sencilla, conlleva un profundo análisis del mundo actual e invita a una implacable autocrítica. Porque es una afirmación cargada de argumentos que revelan importantes contradicciones.

La carrera militar y espacial ya se inició mucho antes de que Neil Armstrong pisase la Luna el 20 de julio de 1969. Numerosas expediciones, con más y mejores intenciones científicas, se han paseado por los pasillos de nuestro universo inmediato en busca de información, resolver los misterios de nuestro pasado y aclarar nuestro futuro. Lo satélites planean desde puntos inaccesibles e invisibles y poseen más testimonios de nuestras vidas que nosotros de nuestros vecinos. Son capaces de visionar cuándo una liebre sale de su madriguera o de sorprender “in fraganti” a una pareja realizando su acto más íntimo bajo unos setos.

Todos nuestros DNI están numerados, el ADN genético está registrado casi sin margen de error, Internet ya dejó fuera de juego al revolucionario fax, y éste al teléfono, y éste al correo postal. La tecnología punta destruye puestos de trabajo y tiene la virtud -porque quien no piensa no sufre- de su incapacidad de pensar, de sentir, de elegir opciones propias y sentirse libre aunque se pueda equivocar.

La ciencia no se contradice, avanza. Quienes yerran son los programadores, no las máquinas. Pero si bien será siempre necesaria una apuesta clara para su inversión y desarrollo, nunca, jamás, deberá solapar la técnica ni a la convivencia ni al bienestar de sus clientes, como resulta la sociedad en general.

No quiero tanta ciencia si aún no está resuelto el tema del hambre, ni hay visos de una mejor distribución de los recursos energéticos, ni tampoco intenciones de repartir mejor la riqueza, ni de acabar con las injusticias, ni combatir las miserias.

No quiero tanta ciencia si las sociedades están a la gresca, si las naciones asoman sus narices en asuntos que no les incumben, si unos grupos pisotean a otros en aras de la puta competencia, si nos asqueamos del prójimo y nos alzamos en nuestra propia vanidad.

No deseo conocer tanto el universo si el mío, el más cercano, me resulta a veces inaccesible. Si apenas conocemos a las gentes de nuestra comunidad de vecinos y somos capaces de reventar una reunión familiar. No quiero saber a cuántos años luz estamos de otra esfera si la nuestra, planeta de juguete y pruebas, está que arde y no hay forma de entenderse.

No deseo saber si existen otros mundos cuando todavía no conozco el tuyo.

Música sugerida: ESKIMO. Damien Rice

martes, 16 de agosto de 2011

ESCLAVOS DE ENTONCES, SOMETIDOS DE AHORA



El 31 de julio de 1761 naufragó el Utile, un barco mercantil francés, en las proximidades de la isla Tromelin, bajo administración francesa. El pequeño islote apenas tenía vegetación, sólo unos pocos cocoteros, y estaba sometido a fuertes vientos, siendo frecuentes los vendavales de 200 kilómetros por hora. Siendo dificultoso su acceso, por estar rodeado de colonias de corales y de una gran fosa con corrientes de 4.000 metros de profundidad, los náufragos lo tenían crudo.

Aun así logró la tripulación reconstruir una barcaza lo suficientemente consistente para volver al mar en busca de islas cercanas y con más garantías, como La Reunión, o la más importante de Madagascar. Así fue y 120 navegantes reanudaron su viaje aventurero, dejando en la orilla a 60 esclavos desesperados, cautivos de otro oscuro destino. La promesa de regresar a su rescate fue de sonrisa falsa, pues siendo esclavos quiénes iban a interesarse por ellos.

En 1776, quince años después, un navío avistó signos de supervivencia en la isla maldita y olvidada, recuperando tan sólo a ocho mujeres y un bebé de ocho meses, cuyo padre fue el último en lanzarse al océano en busca de algún milagro. Los damnificados se alimentaron de cocos y de tortugas marinas y una vez puestos sus pies en tierras de leyes y justicias, fueron declarados libres. Tan soberanos como los que los abandonaron en la improvisada embarcación.

Este histórico relato es un simple botón de muestra de lo que significaban los esclavos en aquellas épocas. Podrían servir otros muchos y conmovedores ejemplos y éste es uno de entre tantos. Los esclavos servían para lo que servían, y se les exprimía su trabajo y esfuerzo hasta que el cuerpo les dijera ¡basta, ya no puedo más! Y reventaban exhaustos. Y en situaciones límites, como la descrita, donde se elige para la salvación física entre una clase social y otra, la determinación estaba clara. Nosotros vivimos, vosotros morís.

Los esclavos de entonces ya casi no existen, por lo menos oficialmente, pero casi la totalidad de la población mundial somos cautivos, ignorantes y sin saberlo por tanto, de los mercados financieros y los planes que nos tienen preparados. No importa qué pensemos ni lo indignados que nos pongamos. Seguimos siendo esclavos, producimos hasta donde podemos, y nos dejan y nos castigan en la marginalidad asistencial cuando no hagamos falta. No hace falta vivir en islas desiertas cuando cohabitamos viviendas caras e hipotecadas de por vida. Sometidos y abandonados a la suerte del ¡sálvese quien pueda!, cuando el paraíso falso de la igualdad de oportunidades fue un canto de sirenas de charlatanes y mafiosos.

Pero, ya sabéis, al mal tiempo buena cara; aunque nos achicharremos de calor y soplen, de vez en cuando, fuertes los vientos.

Música sugerida: LITTLE DROP OF POISON. Tom Waits

lunes, 15 de agosto de 2011

EL MUNDO NO ES SUYO, SÓLO SUS VIDAS




Me encantan los jóvenes que no pierden el tiempo. Me agradan estas muchachas, estas zagalas que estudian, se forman, se cargan de experiencias y se dedican en sus tiempos libres a lo que más les gusta. Universitarias, hambrientas de trabajo, solidarias con quien no conocen, inquietas en un mundo sin destino, incierto más que nunca y cambiante, como los días de las noches.

Me gusta que no pierdan tiempo alguno y que devoren la vida sin prisas y sin pausas. Da igual que las expectativas laborales den pánico y pena, no es un pecado sobrevivir con dignidad, como tampoco es obligatorio arrodillarse en los casting y entrevistas de empleo. Pero la generación más preparada y mejor adiestrada que haya existido en este país cada vez encuentra las puertas más pequeñas, como si hubieran menguado por un cataclismo financiero. Es más, ya no quedan puertas pequeñas, están cerradas y perdidas las llaves.

Sin embargo estas capacitadas inexpertas no tiran la toalla. Contaminan su alegría, ejercen el don más preciado, la vitalidad, y sonríen ante cualquier amenaza de desánimo. Cantan, bailan, leen, abrazan, besan, quieren y aman. ¿Por qué llorarles, si aunque no tengan futuro en el bolsillo tienen entrega, lucha y sinceridad? ¿Qué porvenir prescindiría de estas cualidades? Me encantan los jóvenes que no pierden el tiempo.

Algunas se reúnen en un local por la noche y hacen lo que mejor les place: cantar. No importa que no sean estrellas ni delaten un talento demoledor. No sueñan con discográficas ni conciertos multitudinarios. Les basta unas sillas, unas mesas, unos cuantos instrumentos musicales y lo más importante: un grupo de amigos.

El video no es nada profesional, doméstico y casi casero. Ahí están las catalanas de Blue Velvet Grup. Se lo debía. Y es un placer para mí colgarlas en este blog, para reivindicar que no todo en el mundo es marketing ni negocio mercantil.

Música sugerida: BLUE VELVET GRUP. En el Colmado.

sábado, 30 de julio de 2011

DUQUESAS Y HEREDEROS

Ahora nuestra duquesa más mediática se nos va a casar. Yo, si he de ser sincero, nunca me agradaron ni las monarquías ni los títulos que se crean y acompañan en torno a esta institución. Ni marqueses, ni duques, ni condes, ni vizcondes, ni grandes de nada, ni baronesas, ni señoritos, ni caballeros, ni nobles de nada. Porque, entre otras cosas, su sangre es roja como los demás mortales, jamás fue azul; y porque ya es notorio que el poder de los reyes no procedía de lo divino, sino de la ambición humana, siendo la aristocracia y sus rangos genealógicos designados por hombres también mortales.

Explicado esto, la pobre duquesa, asediada por sus numerosos descendientes pero deseosa de compartir sus últimos tiempos con alguien de su estima y agrado, ha decidido donar y repartir su inmensa fortuna entre sus herederos. Como si les dijera “Ahí tenéis, fundirlo si queréis, pero dejadme en paz”. Y bien que hace ella, harta de calenturas e interesados consejos. Al fin y al cabo los dineros son para gastarlos, como siempre me ha dicho mi cajero del banco cada vez que retiraba unos aguinaldos para las vacaciones.

Sin embargo esta noticia la relacioné inmediatamente con otra anterior, para nada coincidentes ni en el lugar ni en el tiempo. Por esas anchuras de las salvajes y civilizadas Américas, un hombre afortunado por rico pero desdichado en salud empleó buena parte de su dinero en encontrar a su hermano gemelo, a quien perdió la pista ya en años de adolescencia. Los avatares y circunstancias de la propia vida siempre son un misterio, porque a saber por qué demonios dejaron de verse, de reencontrarse, de saber el uno del otro.

Los investigadores y detectives contratados, que tardaron más de lo previsto, dieron con el hermano perdido y siempre ausente. La primera sorpresa es que no se trataba de un individuo apuesto, culto y con sentido. Era un simple vagabundo, como tantos y tantos perdidos por la vida. Después de certificar y verificar que el bohemio antisistema era el verdadero allegado de sangre, le comunicaron que su hermano, moribundo terminal, quería encontrarlo y conocerlo de nuevo, ya que no hubo tiempo de rescatarlo.

El trotamundos errante era el único legatario y así se lo hicieron saber. Desconozco el final de la historia, no sé si tan escalofriante como sus propios pasos. Quizás aceptó la proposición, o tal vez la rechazó. ¿Qué hacer con tanto dinero? Si fue una fantasía que nunca soñó, si un deseo tan inútil que da angustia hasta el pensarlo.

Hay duquesas que donan en vida para vivir en paz y hay seres en la vida que no conocen ni las alegrías del dinero, ni probablemente la mejor invitación de los mejores cuentos.

Música sugerida: SOMETIMES WHEN WE TOUCH. Dan Hill

lunes, 25 de julio de 2011

REMONTAR EL VUELO

Se dice que uno de los dolores más hondos y amargos que hay en la vida se da en el sentimiento amoroso, que deja huellas y cicatrices mucho más vulnerables que la simple y frívola aventura amorosa. Como cuando un ciclista hace esa goma ya famosa en su argot enciclopédico, que pierde rueda pero no se descuelga definitivamente, que se aleja del que le precede y parece que por un momento vuelve a reincorporarse.

En el amor suceden cosas así. De tenerlo tan abrazado y seguro a distanciarlo casi tan poco a poco, desvinculándose cada vez más. Se hace entonces un esfuerzo titánico por recuperar lo que es inevitable, por retenerlo un poco más, por reivindicar los mejores tiempos, por aferrarse a que es un error pasajero.

¡Cuánto cuesta recuperar lo perdido! ¡Cuánto remontar el vuelo! ¿Quién no ha vivido situaciones así?

He conocido a muchas personas amigas con distintas suertes. Algunas no han vuelto a levantar cabeza, como si la nueva soltería o separación les resultara un auténtico duelo, como si hubiesen quedado viudos o solas, como si la palabra de consuelo, el abrazo de ánimo, no fuera con ellos. Otras en cambio han reiniciado con nuevos acompañantes este viaje prodigioso.

“Veinticinco años son muchos para andar sobre sus migajas”, me cuenta alguno que aún no ha sobrevivido. “Ojala tuviera ahora esos veinticinco años” replica mientras rumia sus tormentas.

El amor engancha, lo mismo que duele. Mientras dura es eterno, y si no lo es, como nada en la vida, a respirar, que todavía queda aire.

Música sugerida: 25 AÑOS. Carmen París y Santiago Auserón

domingo, 17 de julio de 2011

LA CÁRCEL COMO HOGAR

No hace mucho tiempo los rincones de los periódicos, esos espacios escondidos para noticias curiosas, dieron cuenta de un hecho insólito por su naturaleza. Quizás y después de reflexionar lo suficiente puede que no sea tan extraño tal como están los tiempos. James Verone, ciudadano norteamericano ya metido en años y mucho tiempo desempleado, tomó la decisión más ocurrente y arriesgada de sus últimos tiempos. Enfermo y solo, como tantas personas maduras y sin posibilidad de ningún trabajo digno y ni siquiera infame, fue a un banco cualquiera de Carolina del Norte con la idea de robar.

No pretendía un asalto convencional, sino modesto y simbólico. Un dólar. Sólo un dólar. Después de intimidar a los sorprendidos empleados tuvo el dólar en su mano. Se sentó allí mismo sin moverse y esperó la llegada de la policía. Tranquilamente asumió ser esposado y escuchó la típica frase cuando a alguien le detienen en ese contradictorio país: “tiene usted derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que usted diga puede ser usado en su contra…” y bla, bla, bla…

Audaz resolución tomó el tal James. Bienvenidas las condenas, bienvenidos con agrado los años de prisión que estime la Corte, alivio existencial, merecido descanso.

No tendrá que seguir buscándose la vida y disculpándose con reiterados sorry, sorry…Comerá todos los días, tendrá una cama decente y podrá solicitar un médico que revise, o repare, las averías de sus cuerpo, nunca las del alma.

Reparar las entrañas de su corazón es mucho más difícil. James ya tiene cobijo temporal. Lo compró por un dólar. ¡Cúanta ventura y desventura!, ¡cuánta tristeza!, ¡cuánta miseria en el país más rico y poderoso! ¡cúanto vale un dólar!

Música sugerida: FOR YOU. John Denver

sábado, 9 de julio de 2011

SONRÍE

La semana pasada viajé, como siempre bien acompañado, a Barcelona. La carretera se hace pesada y cuantos más kilómetros se devoran más lejos parece el destino. Suelo escuchar música seleccionada de CDs y, de vez en cuando, se activa la radio. Debatían en un programa sobre la importancia de la sonrisa y los contertulios exponían y argumentaban sobre el valor de la sonrisa, respecto a que la empatía de quien es agradable es más poderosa que la sonrisa, y que este gesto a veces no se utiliza con la sinceridad necesaria, que abundan las sonrisas fingidas y que la amabilidad puede convertirse en un arte dramático.



Recordé entonces el texto cuyo título, Risa y Sonrisa, publiqué en el blog del Diván un mes de noviembre, en los inicios de esta aventura. El caso es que tenía razón un tertuliano, pues a veces nuestra tarjeta de visita, nuestra carta de presentación, es una evidente sonrisa; la cual no garantiza nunca ni sinceridad ni siquiera simpatía. Yo la verdad prefiero una sincera mirada, aunque sea tímida, que esbozar una risita que a veces engaña a nuestro ánimo.



El precioso film La Vida es Bella contiene una escena realmente hermosa, aquella de tratar de engañar al hijo jugando a soldados y de convertir la crueldad de un drama en un juego. Y ante la situación más triste y desesperante, regalar una sonrisa.



Esta sonrisa es la que exhibe Charles Chaplin en la mayoría de sus inmortales películas. Ante los negros chaparrones obsequiar lo mejor de uno, tal vez esa dulce y triste sonrisa.



Mi amiga Carmen no hace mucho colgó en su facebook el tema Smile, interpretada magníficamente por Madeleine Peyroux. Sin embargo no hace tanto que puse el enlace, como música sugerida, de esta cantante. Como homenaje a Charlot os regalo, aparte de una sonrisa, el tema Smile, pero con imágenes del maestro. Al fin y al cabo Chaplin fue el compositor de esta preciosa canción. Y quien la canta, aunque no es de mi devoción, es Michael Jackson.



Música sugerida: SMILE. Charles Chaplin

viernes, 1 de julio de 2011

ARRANCA JULIO

Manejándose con las altas temperaturas como cada uno bien pueda, inicia julio su periplo imparable.


Un sector de la sufrida ciudadanía se marcha de vacaciones, quizás más cortas o con destinos menos ambiciosos; zurciendo laboriosamente los bolsillos, que últimamente desparraman moneditas por aquí, billetes por allá, y todo en un santiamén y a las primeras de cambio.


Otros aguardarán a la siguiente quincena para el merecido descanso. Si no, en agosto. Si tampoco, cuando se pueda.


Porque los hay que dejaron de tener vacaciones porque su empresa quebró y la hipoteca aprieta; quienes trabajarán a destajo mientras otros se desocupan y también, cómo no, existe esa minoría, asquerosamente rica, que está de vacaciones todos los días del año de todos los años mundiales. Simplemente porque nacieron no con un pan bajo del brazo, sino con lingotes de oro entre sus perfumadas axilas.


Yo, recomponiéndome de una rodilla maltrecha, esperaré mi ocasión, si es que finalmente llega.


Me desespero lo justo, porque me impacienta más que algunos pocos ordenen, manden, dirijan y decidan, bien sea desde lujosos yates o desde sus torres acristaladas, bunkerizadas y financieras, el porvenir inmediato de la gente de bien, mayores o jóvenes, con trabajo o sin él, solos o acompañados...


Pase lo que pase, que julio sea plácido, amoroso y benevolente para toda esa gente de bien.


En cuanto a mí, esta noche tendré unos minutos para compartir. Saldré a la terraza cuando descampe el sol, cuando regrese la brisa y cuando huelan los jazmines.


Tomaré una limonada, quizás aparezca un beso y sonará esta canción.


Música sugerida: STOP. Sam Brown

domingo, 26 de junio de 2011

LA SIESTA

Los días festivos mis padres nos obligaban, a mis hermanos y a mí, a dormir la siesta. Eran años de infancia y tenían buenas razones. Que si estábamos creciendo, que acabábamos de comer y la digestión necesitaba un descanso, que hay que reponer fuerzas... Aunque yo siempre estuve convencido que el verdadero motivo era que les dejáramos descansar a ellos.


La verdad sea dicha jamás concilié el sueño, o ese privilegiado descanso, mientras fuí niño. No había forma humana de que durmiera, así que me hacía el dormido. Cómo iba yo a entregarme a Morfeo si tenía la vida ahí delante, esperándome a todas horas y sin tiempo que perder.


Han pasado muchos años y hoy no puedo prescindir de un descanso, aunque sean diez minutos. A mis hijas tampoco pude convencerlas para esas sagradas siestas, de modo que cuando puedo permitírmelo me refugio en la cama unos minutos, media hora, los festivos un poquito más.


¡Qué gran invento la siesta! ¡Qué excelente placer! ¡Qué agradable remanso!


Y cuanto más mayor me hago más perezoso soy. ¡Vivan los años! ¡Viva la siesta!


Música sugerida: LUZ MARINA. Javier Rojas




sábado, 18 de junio de 2011

PROHIBIDO EN LA CIUDAD

Podría haber titulado el texto de hoy con un "Prohibido Prohibir" pero bueno, es verdad que esta sugerencia es más genérica y no se ajusta del todo al mensaje que deseo difundir.




Lo que es cierto es que, de un tiempo a esta parte, muchas ciudades de nuestra piel de toro están recortando unas libertades individuales que rozan lo inaudito. son cada vez más los ayuntamientos que, en base no sabemos a qué y sin criterios razonables, aprueban unas ordenanzas cuyos incumplimientos supones sanciones ejemplarizantes.




En algunos casos inspiradas en arquetipos morales o religiosos, en otras aludiendo a una ciudad más limpia, en otros casos disuadiendo a posibles visitantes indeseados.




Yo entiendo por ejemplo que los llamados botellones deberían hacerse fuera de los cascos urbanos; simplemente para no molestar a quienes pasan del asunto o desean descansar a esas horas. Pero en otros lugares se está prohibiendo el refrescarse en las fuentes en verano, el pasear con el torso desnudo, el comer o beber por las calles, el pegar una cabezadita en un parque...




Deberían sancionarse conductas que atenten a la normal convivencia. Alterar el sueño de los vecinos, ensuciar las calles, no recoger los excrementos de los caninos, escupir en la vía pública, arrojar las basuras sin selección ninguna y demás cosas que interfieran la normal convivencia.




Que se persiga la acción perjudicial a quienes infrinjan los límites cívicos. Pero prohibir cosas que no hacen daño a nadie ni a los demás me parece excesivo. Si esto sigue así ya no podremos tomarnos el comùn y barato bocadillo en el banco de una plaza. Nos obligarán a comer en una terraza, más cara y con sus impuestos y su IVA correspondiente.




Que se sancione la conducta indeseable, no las libertades individuales que no molestan a nadie.




Bastante molesta ya una ciudad, con su contaminación, sus ruidos, sus locuras, para coartarnos las alas, y hasta el hambre.




jueves, 9 de junio de 2011

CANCIONES CONTRA EL MIEDO

Hace un par de semanas fue noticia un hecho espantoso y al mismo tiempo entrañable. En las inmediaciones de una escuela de una localidad mexicana surge un tiroteo entre dos bandas para sus ajustes de cuentas o para marcar su territorio.


Los niños representan la inocencia y sus almas son las dueñas del mágico recinto de las aulas; los sicarios son los caseros de las calles pero no regalan ni magias ni inocencias.


Cuando el pánico hace acto de presencia y el tartamudeo convierte la voz en mudez surge el pequeño y trascendental milagro. La maestra, tras aleccionar a sus niños a permanecer a ras de suelo, para ahuyentar el pavor les hizo cantar.


Más importante que no arriesgar las vidas es evitar ser atenazados por el miedo. En todo caso si lo inevitable nos va a sorprender, que nos pille cantando y no llorando.


No es mala ni la elección ni la lección. La maestra actuó como las hadas mágicas de los cuentos inmortales de siempre. Si no se puede expulsar al veneno por lo menos no tenerle miedo.


La vida tiene estas cosas, nos enseña todos los días lo bueno y lo malo. No hace falta, por tanto, hacernos mayores para admirar, ni para aprender.


domingo, 29 de mayo de 2011

LOS IMPORTANTES

Conozco a mucha gente que suspira, piensa y siente sólo para ellos, como ensimismados en su propio mundo, un mundo inmenso para ellos, ridículo para los que lo rodean, más sabios porque tienen la habilidad de relativizar mejor los asuntos.



Los personajes que se creen importantes se creen el ombligo del mundo y están convencidos de que sus méritos o miserias son las únicas y auténticas protagonistas del universo.



Cuando alguien sólo piensa en sí mismo y de forma crónica se endiosa y sublima; y esto tan simple a veces es contagioso. Hasta cualquiera, aunque luego tiempo habrá de arrepentirse, potencia sus problemas, vacila con sus soluciones y dedica un buen tiempo en predicar monsergas al personal, advirtiendo que sus escuchantes, los que atienden al monólogo, están equivocados.



La vanidad es tan incontrolada que provoca, como un veneno, efectos tóxicos. Sin menospreciar la necesidad de la autoestima evocarla, es más, adorarla sin mesura conduce al aislamiento, a la distancia, al disimulo social.



Si nuestras cosas son importantes, si pensamos que nuestro mundo es único, los asuntos de los demás se nos escurrirán entre los dedos, devaluaremos los ajenos suspiros como elementos menores, sin mayor importancia, que no merecen su propio espacio aunque también tengan cosas que decir.



Si hablas para tí solo acabarás por convertirte en un autista voluntario. Si tu vida es un largo monólogo de una triste historia los demás se inventarán dos mil excusas ya no para compadecerte, sino para darte viento fresco.



viernes, 20 de mayo de 2011

SI TE INDIGNAS, REACCIONA

Después de enterrado para siempre el viejo "Manifiesto Comunista" de Marx y Engels, 153 años después un simple libreto de Stéphane Hessel, "INDIGNAOS", remueve, desde las cenizas adormecidas, un movimiento reivindicativo contra la democracia mentirosa. A mí del panfleto me gusta más el prólogo de José Luís Sampedro pero no quito méritos a su autor.




Democracia mentirosa porque el voto cada cuatro años no justifica ni la indecencia, ni la corrupción, ni la impunidad de muchos políticos electos que utilizan el poder no para resolver problemas, sino para perpetuarse en él.




Bajo el lema "Democracia Real ¡Ya!" multitudes de jóvenes se concentran y acampan en el kilómetro O de este país, en la Puerta del Sol. Los partidos dominantes, bipartidistas ellos, quieren pescar en río revuelto.




Los que gobiernan la nación testifican que es la crisis quien desencadena la indignación. Los que quieren gobernar dicen que no es el sistema, sino el Gobierno el culpable.




Habría que recordar a los primeros que ellos firmaron leyes y reformas laborales y de pensiones que minimizan las viejas conquistas y los sagrados derechos.




Habrá que recordar a los segundos que más allá del gobierno de turno, pues ellos harán y defenderán exactamente lo mismo, no son los gobiernos los culpables; esclavos ellos de los mercados financieros, sino el sistema.




Es el sistema capitalista, feroz y despiadado, quien se lleva por delante a las clases medias, quien hunde en la mierda a los pobres de siempre y quien le importa un pimiento las desgracias de los demás.




Es el sistema financiero y bancario quien se inventa ERES, quien saca de la chistera los contratos basura, quien prejubila a cincuentones con experiencia, y los que crean colas infinitas en las oficinas de empleo y se venden al mejor postor.




Una de las pancartas de entre otras muchas concentraciones decía: "Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir".




Los jóvenes necesitan esperanzas, de vivienda sin especulaciones, de trabajos remunerados y estables, de sanidad sin copagos y de acceso a la educación sin privatizaciones, todo para contárselo a sus hijos y a sus nietos si es que llegan vivos, sanos, y con pensión.




Nada más. Así que, en tanto los gobernantes de un lado y los aspirantes de otro lado dejen de hacerse los remolones, a seguir. Y a luchar.




lunes, 16 de mayo de 2011

EUFEMISMOS INFANTILES

Hay un dicho común que dice "al pan, pan y al vino, vino". Y esto es así cuando queremos hablar las cosas por su nombre, sin rodeos, sin tapujos, sin eufemismos. Cuando rozamos la barrera de invadir la sensibilidad ajena procuramos endulzar la noticia, minimizar el impacto, aderezar la tristeza.


Los cuentos infantiles tienen mucho que decir al respecto. Se inicia la historia, se presenta a los personajes, los buenos e inocentes, con los que el niño se identifica desde el principio, y los malos, a los que el niño no quiere ni ver. Toda trama se parece. El malo va a hacer algo que no conviene, algo terrible. El bueno tiene que salir airoso, pues mal cuento sería si no acabara bien. Al final todo se arregla y muchos se enamoraron, se casaron, comieron perdices y fueron felices.


Pero en la vida real, la de carne y hueso, parece que les contemos cuentos a los niños eternamente, cuando en la verdad cotidiana no todo acaba bien, y existe la enfermedad, la muerte, la mentira despiadada y la crueldad suprema.


Parece que a los más pequeños se les priva del sufrimiento argumentando que no existe. Se les protege en una urna de cristal, ¿hasta cuándo?


Al igual que se les transmite las cosas buenas con alegría habría también que contarles las cosas malas con tristeza. Sólo así aprenderán a sobrevivir. No se traumatiza a un niño por contarle la verdad, se le daña contarle historias que no son ciertas.


Lo que sí es siempre necesario es adaptar un lenguaje propicio para su entendimiento. Nada más. Así que las magias, las justas; las ilusiones, las necesarias; los ábrete sésamo, muy poquitas veces y los abracadabra son prescindibles.


Porque si no es así los infantiles seremos los adultos, y los niños, cuando sean adolescentes, nos preguntarán por qué dijimos tantas tonterías.